Por Cristina Oñate
Alumna de 1ºD Bachillerato
Colegio San Estanislao de Kostka
La frontera entre Marruecos y España es probablemente uno de los lugares del mundo donde se aprecian con más claridad las diferencias entre el primer y el tercer mundo. Sólo tengo dieciséis años pero ya he podido comprobar con mis propios ojos las desigualdades que se dan fuera de la Unión Europea.
Nunca podré olvidar la primera vez que fui a Marruecos. Recuerdo perfectamente que, en la frontera de Ceuta, mientras mis padres hacían las gestiones con la Aduana me asomé por la ventanilla del coche. El paso de cebra estaba atestado de gente. Lo primero que percibí fue el olor. Era una mezcla a estiércol, humanidad y a basura. En definitiva, allí olía a pobreza. A continuación me empecé a
fijar con más detalle en la gente, la inmensa mayoría marroquíes. Había
ancianas que habían cruzado a España comprando mercancías y las llevaban a
venderlas a Marruecos. Me resultaba increíble que señoras de setenta años o más
llevaran a sus espaldas enormes paquetes repletos de productos de diversa
índole. Aquella situación hubiera resultado escandalosa en Europa y allí era
algo absolutamente normal.
Con el paso de los años he vuelto varias veces a Marruecos y he podido comprobar la hospitalidad del pueblo marroquí. Pero esa experiencia me ha servido para valorar de verdad cosas que en la UE damos por normales. Me refiero a la prosperidad económica, al estado de bienestar, a la seguridad, a cosas a lo mejor menos rimbombantes como por ejemplo que alguien limpie nuestras calles. También he pensado que hace cincuenta o sesenta años cuando los turistas ingleses o escandinavos venían a España debían tener una sensación parecida a la mía.
Mis abuelos me han hablado mucho de cómo era España entonces y como han mejorado las cosas de una manera radical. Sin duda, nuestro ingreso en la UE impulsó enormemente este proceso de transformación. Por eso me da pena que haya tantos españoles que no se sientan todo lo orgullosos que deberían de ser europeos. Resulta un lujo vivir en una de las pocas zonas del planeta donde de verdad se respetan los derechos humanos, se promueve la igualdad entre las personas y se busca que los hombres y mujeres sean felices.